domingo, 29 de mayo de 2011

TELEVISION Y VIOLENCIA: SU IMPACTO SOBRE NIÑOS Y ADOLESCENTES



La adolescencia es la etapa de la vida comprendida entre los 10 y los 19 años de edad, de acuerdo con la definición de la Organización Mundial de la Salud.

Durante este período de la vida se producen una gran cantidad de cambios físicos, psicológicos y sociales normales, que conducen a su inserción positiva y productiva en la sociedad, y un muy reducido grupo de ellos y ellas adoptan conductas hostiles y violentas que se manifiestan de varias formas que preocupan a la sociedad. A su vez, también ellos son blanco de violencia por parte de la sociedad, de sus padres y otros adultos.

Estas conductas no deseables tienen varios orígenes o causas: entre ellas, la violencia del medio (barrio, comunidad) en que viven y se desarrollan cuando niños, la violencia doméstica familiar (psicológica, física, sexual o por negligencia) que sufren desde edades muy tempranas y la exposición a los medios de comunicación masiva y sobre todo la televisión que les ofrece como producto de consumo diario, las más variadas formas de violencia psicológica, física, sexual, auto infligida o contra terceros y sus propiedades.

¨Muchos niños pasan un promedio de 3-6 horas diarias viendo televisión (fines de semana o feriados es más, hasta 10 horas). La televisión puede ser una influencia muy poderosa en el desarrollo del sistema de valores, en la formación del carácter y en la conducta. Lamentablemente muchos de los programas de televisión contienen un alto grado de violencia. Los psiquiatras de niños y adolescentes que han estudiado los efectos de la violencia en la televisión han encontrado que éstos pueden:

  • Imitar la violencia que observan en la televisión,
  • Identificarse con ciertos tipos, caracteres, víctimas y/o victimarios
  • Tornarse ¨inmunes¨ al horror de la violencia; y
  • Gradualmente aceptar la violencia como manera de resolver problemas.

De manera que la exposición extensa a programas de televisión que contengan violencia causa mayor agresividad en los niños. En ocasiones, el ver tan sólo un programa violento puede aumentar la agresividad. Los niños que ven espectáculos en los que la violencia es presentada de forma muy realista, repetida, o sin ser castigada, tienen mayor probabilidad de imitar lo que ven. El impacto de la violencia en la televisión puede reflejarse en la conducta del niño inmediatamente o manifestarse más tarde en su desarrollo. Las jóvenes pueden afectarse aun cuando en la atmósfera familiar no haya tendencia hacia la violencia. Esto no quiere decir que la violencia que se ve en la televisión es la única causa de conducta violenta o agresiva, pero no hay duda de que es un factor significativo.

Los padres pueden proteger a los niños del exceso de violencia en la televisión:

  • Prestando mayor atención a los programas que ven los niños.
  • Estableciendo límites en el tiempo que pasan viendo televisión.
  • Evitando que vean aquellos programas conocidos como violentos. Deben cambiar el canal, o apagar el televisor cuando aparecen escenas ofensivas, y explicarle al niño aquello que consideran malo o inadecuado del programa.
  • Señalar al niño que aunque el actor no se lastimó, hirió o murió durante el programa, la violencia puede producir dolor o muerte si sucede en la vida real.
  • Desaprobando los episodios violentos que suceden frente a los niños, enfatizando el hecho de que esa no es la mejor forma de resolver un problema.
  • Para contrarrestar la presión que ejercen los pares, compañeros y amigos, debe comunicarse con otros padres para poner en vigor reglas similares sobre el tiempo y tipo de programa que deben ver los niños.

Los padres deben utilizar estas medidas para prevenir los efectos dañinos que la televisión puede tener en otras áreas como el estereotipo racial o sexual. Aparte del contenido del programa de televisión el tiempo que los niños dedican a esta actividad debe limitarse ya que los saca de actividades más provechosas como lo son el jugar con sus amigos, la interacción familiar, el estudio y la lectura. Si los padres tienen dificultades serias estableciendo controles y límites o preocupación genuina en cuanto a la reacción del niño a la televisión, deben consultar a un Psiquiatra de niños y adolescentes para que les ayude con el problema.¨

Para lograr el desarrollo positivo de nuestros adolescentes se hace necesario que los padres brinden afecto a sus hijos, que mantengan un diálogo abierto y receptivo, y al mismo tiempo establecer límites conjuntamente con ellos, en las múltiples situaciones que se presentan en diario vivir y convivir.

LA VIOLENCIA EN LOS ANOS ESCOLARES


Aunque los primeros anos de vida son más críticos en la preparación para el desarrollo futuro del niño, las experiencias de los años escolares son también muy importantes para el crecimiento saludable de los niños. Durante estos años, ellos desarrollan los dones sociales y académicos necesarios para su futuro como ciudadanos adultos; la violencia, en casa o en la comunidad, ejerce un efecto negativo notable en este parámetro del desarrollo del niño.

Cuando la energía de los niños se consume en su defensa propia o en miedos producidos por la violencia, tienen mayores dificultades en la escuela. Los niños traumatizados por la violencia pueden padecer de una memoria distorsionada y sus capacidades cognitivas pueden ser perjudicadas.

Los niños quienes han sido víctimas o que han visto a otras víctimas de la violencia pueden tener dificultades en su trato con otras personas. La ira que comúnmente acompaña a estos niños tiene una gran posibilidad de incorporarse a sus estructuras de personalidad. La carga de dicha ira dificulta el control de su propio comportamiento, aumentando así el riesgo de que ellos también recurran a la violencia.

Los niños aprenden sus habilidades sociales al identificarse con los seres adultos que participan en su vida. Ellos no pueden aprender modos no agresivos de interrelacionarse con otras personas cuando los únicos modelos, inclusive los que aparecen a través de los medios de comunicación, utilizan la fuerza física para lograr la resolución de sus problemas.

Para controlar sus miedos, es posible que los niños quienes viven en un ámbito de violencia repriman sus sentimientos. Este mecanismo de defensa los afecta en su vida inmediata y puede causar un desarrollo patológico a largo plazo. Asimismo, puede interferir en su capacidad de comprensión e interacción con otras personas de manera significativa y hasta en sentir empatía por ellas. Los individuos quienes no pueden sentir empatía por los demás y sus sentimientos tienen una probabilidad menor de poder reprimir su propia agresión y una probabilidad mayor de volverse insensibles a la brutalidad en general. Saber cómo algunos jóvenes terminan en un estado de "bancarrota emocional" de esta manera nos ayuda a comprender por qué se preocupan tan poco por su vida propia y por la vida ajena.

Los niños quienes son traumatizados por la violencia pueden tener dificultad en imaginarse a sí mismos en papeles de importancia en el futuro.

Los niños quienes no ven un futuro positivo para ellos mismos tienen dificultad en concentrarse en las tareas inmediatas como en el aprendizaje y en la socialización.

Los niños precisan sentir que tienen la capacidad de controlar algún elemento de su existencia, pero los que conviven con la violencia aprenden que tienen poco que decir sobre lo que les acontece. Comenzando con las restricciones sobre su autonomía cuando son pequeños, esta sensación de impotencia continúa cuando llegan a la edad escolar. No sólo hallan las restricciones normales a las que todos los demás niños deben ceñirse, sino que su libertad se ve limitada, además, por el ámbito en el que viven donde reinan las pandillas y los narcotraficantes.

Cuando los niños sufren un trauma, una reacción común es volver a una etapa anterior en la que todo era mas fácil. Esta regresión puede ser terapéutica si permite al niño posponer el encuentro inevitable con los sentimientos provocados por el evento que produjo el trauma original. Es decir, es una manera de ganar fuerza psicológica. Sin embargo, cuando los niños están sujetos a una presión constante, corren el peligro de quedarse, psicológicamente, en una etapa de desarrollo pobre y lamentable.

Violencia sicológica: lo que nunca hay que decirle a los niños


Las consecuencias más importantes que la violencia psicológica provoca en los niños son una baja autoestima, problemas en la construcción de la identidad. dificultad en el autocontrol y en la capacidad de manejar la agresividad y la formación de una auto-imagen pobre y negativa.

La autoestima, las relaciones con los amigos y la propia imagen de los niños se desmorona cuando los padres castigan psicológicamente a sus hijos.

Se ejerce violencia evidente a través de palabras hirientes o descalificaciones abiertas al comportamiento del niño; sin embargo, y de forma más sutil, la ausencia de caricias psicológicas también dejan huella y es una de las formas de maltrato más desapercibidas.

Debido a lo anterior, se afecta su capacidad para manejar los impulsos agresivos, su proceso de búsqueda de identidad en la adolescencia y su relación con el mundo.

Muchas veces los papás no reparan en lo grave que es este daño, y no se dan cuenta cuando están violentando a sus hijos psicológicamente”.

Maltrato emocional en aumento

Ignorar, desvalorizar y atemorizar a través de actitudes o palabras a los niños, disminuyen su autoestima y afectan su desarrollo emocional, y constituye un maltrato psicológico activo.

Sin embargo, la violencia psicológica también puede ser pasiva, y se da cuando los niños no reciben el amor, la estimulación y la protección necesaria de sus padres o de las personas que están a su cuidado.

Según el estudio realizado recientemente por World Vision a niños y niñas de escasos recursos de entre 7 y 16 años de las regiones Metropolitana, Octava y Novena del país, el 52% sufre violencia psicológica.

De ellos cerca del 90% denunció recibir retos habitualmente y el 52,5% afirmó que sus padres dejan de hablarles como forma de mostrar su enojo. Pero este tipo de violencia no afecta sólo a niños de estrato socioeconómico bajo, sino también a menores de nivel medio y alto.

De acuerdo a la última investigación de violencia intrafamiliar realizada por UNICEF en Chile, y que comparó los niveles de violencia entre el año 1994 y el 2000, la violencia psicológica -que a diferencia del maltrato físico leve y grave disminuyeron- aumentó de un 14,5 a 19,7%.

El mismo estudio reveló que el maltrato emocional creció en el estrato socioeconómico medio de 15,8 a 22% y en la población de mayores recursos de 24,6 a 26,7%.

Asimismo, la UNICEF ratificó que las conductas más frecuentes de maltrato psicológico en la familia se refieren a gritar, y dentro de ellas las más violentas son insultar o no hablar por largos períodos.

Consultados respecto a la utilidad de la violencia psicológica aplicada por los padres, los niños respondieron en un 24,8% que es útil, y que no lo es en un rotundo 60,8%.

Para que las personas alcancen un desarrollo físico y espiritual normal, deben estar constantemente nutridas con caricias físicas y psicológicas, y con cosas tan simples como atención.

Y que este tipo de caricias no exista provoca el efecto totalmente contrario. Si un niño crece falto de caricias de piel y de caricias emocionales se desarrollará con carencias importantes, y más aún, si un menor está constantemente asediado por algún tipo de violencia psicológica como gritos, insultos, descalificaciones y palabras hirientes, estas caricias negativas pueden causarle un daño irreparable.

Es importante, que los padres nunca pierdan de vista que los niños necesitan de las caricias físicas y emocionales de los padres. “Esas demostraciones de afecto los hacen crecer seguros, y los protegen de conductas de riesgo como las drogas y el alcohol”.

Palabras que pueden parecer tan normales a oídos de los padres como “tonto”, pueden ser verdaderas puñaladas para los niños y, en rigor, constituyen un tipo de maltrato.

El no escuchar y no apoyar a los hijos también es un tipo de maltrato psicológico. Hay papás que por no pegarle a sus hijos los castigan verbalmente, sin saber que esa también es una forma de maltrato. Asumen como una forma de crianza los gritos, y se jactan de que nunca los han golpeado. Sin embargo, hay que tener muy claro que las palabras negativas pueden llegar a ser tan o más dolorosas que un palmazo o una cachetada.

Conductas como la adicción a las drogas y al alcohol, y hasta la delincuencia, pueden tener directa relación con episodios de violencia psicológica en la infancia.

Hay niños que aguantan más y que a pesar de haber sufrido maltrato psicológico pueden salir adelante y logran desarrollarse plena y normalmente en la pre adolescencia y adolescencia.

Sin embargo, hay otros a los que definitivamente les afecta más la opinión que los demás tengan de ellos, y no logran superar nunca el daño provocado por los insultos o por sentirse ignorados por sus padres en la infancia.

Las consecuencias más importantes que la violencia psicológica provoca en los niños son una baja autoestima -que impacta casi siempre en forma negativa el rendimiento escolar- problemas en la construcción de la identidad, dificultad en el autocontrol y en la capacidad de manejar la agresividad, y la formación de una auto-imagen pobre y negativa.

Es lógico que si todos los días le dicen, ‘tonto’, ‘flojo’, ‘irresponsable’ o ‘desobediente’, el niño crea que es así, y la imagen que tiene de si mismo termina siendo muy mala. Asimismo, se llena de pensamientos negativos y desconfianza hacia los demás, y por eso después le cuesta mucho construir relaciones afectivas positivas. Espiritualmente alimentan poco a poco el sin sentido y el desamor, y van albergando resentimiento y sentimientos de pena hacia los demás”.

Por eso es tan importante que a pesar del apuro y el cansancio con que muchos padres tienen que lidiar todos los días, nunca pierdan de vista que las relaciones afectivas con los hijos son determinantes en su desarrollo actual y futuro, y que una palabra los puede levantar, pero también hacerlos caer.

Tampoco se trata que los papás nunca puedan retar a sus hijos o incluso enojarse con ellos, pero siempre cuidando el cómo se hace. Hay palabras que pueden causar heridas significativas y hay adultos que nunca se han olvidado de lo que un día les dijo su papá o su mamá. Ante todo hay que evitar las descalificaciones y sentarse a conversar con respeto con los hijos de cualquier edad”.