domingo, 29 de mayo de 2011

Violencia sicológica: lo que nunca hay que decirle a los niños


Las consecuencias más importantes que la violencia psicológica provoca en los niños son una baja autoestima, problemas en la construcción de la identidad. dificultad en el autocontrol y en la capacidad de manejar la agresividad y la formación de una auto-imagen pobre y negativa.

La autoestima, las relaciones con los amigos y la propia imagen de los niños se desmorona cuando los padres castigan psicológicamente a sus hijos.

Se ejerce violencia evidente a través de palabras hirientes o descalificaciones abiertas al comportamiento del niño; sin embargo, y de forma más sutil, la ausencia de caricias psicológicas también dejan huella y es una de las formas de maltrato más desapercibidas.

Debido a lo anterior, se afecta su capacidad para manejar los impulsos agresivos, su proceso de búsqueda de identidad en la adolescencia y su relación con el mundo.

Muchas veces los papás no reparan en lo grave que es este daño, y no se dan cuenta cuando están violentando a sus hijos psicológicamente”.

Maltrato emocional en aumento

Ignorar, desvalorizar y atemorizar a través de actitudes o palabras a los niños, disminuyen su autoestima y afectan su desarrollo emocional, y constituye un maltrato psicológico activo.

Sin embargo, la violencia psicológica también puede ser pasiva, y se da cuando los niños no reciben el amor, la estimulación y la protección necesaria de sus padres o de las personas que están a su cuidado.

Según el estudio realizado recientemente por World Vision a niños y niñas de escasos recursos de entre 7 y 16 años de las regiones Metropolitana, Octava y Novena del país, el 52% sufre violencia psicológica.

De ellos cerca del 90% denunció recibir retos habitualmente y el 52,5% afirmó que sus padres dejan de hablarles como forma de mostrar su enojo. Pero este tipo de violencia no afecta sólo a niños de estrato socioeconómico bajo, sino también a menores de nivel medio y alto.

De acuerdo a la última investigación de violencia intrafamiliar realizada por UNICEF en Chile, y que comparó los niveles de violencia entre el año 1994 y el 2000, la violencia psicológica -que a diferencia del maltrato físico leve y grave disminuyeron- aumentó de un 14,5 a 19,7%.

El mismo estudio reveló que el maltrato emocional creció en el estrato socioeconómico medio de 15,8 a 22% y en la población de mayores recursos de 24,6 a 26,7%.

Asimismo, la UNICEF ratificó que las conductas más frecuentes de maltrato psicológico en la familia se refieren a gritar, y dentro de ellas las más violentas son insultar o no hablar por largos períodos.

Consultados respecto a la utilidad de la violencia psicológica aplicada por los padres, los niños respondieron en un 24,8% que es útil, y que no lo es en un rotundo 60,8%.

Para que las personas alcancen un desarrollo físico y espiritual normal, deben estar constantemente nutridas con caricias físicas y psicológicas, y con cosas tan simples como atención.

Y que este tipo de caricias no exista provoca el efecto totalmente contrario. Si un niño crece falto de caricias de piel y de caricias emocionales se desarrollará con carencias importantes, y más aún, si un menor está constantemente asediado por algún tipo de violencia psicológica como gritos, insultos, descalificaciones y palabras hirientes, estas caricias negativas pueden causarle un daño irreparable.

Es importante, que los padres nunca pierdan de vista que los niños necesitan de las caricias físicas y emocionales de los padres. “Esas demostraciones de afecto los hacen crecer seguros, y los protegen de conductas de riesgo como las drogas y el alcohol”.

Palabras que pueden parecer tan normales a oídos de los padres como “tonto”, pueden ser verdaderas puñaladas para los niños y, en rigor, constituyen un tipo de maltrato.

El no escuchar y no apoyar a los hijos también es un tipo de maltrato psicológico. Hay papás que por no pegarle a sus hijos los castigan verbalmente, sin saber que esa también es una forma de maltrato. Asumen como una forma de crianza los gritos, y se jactan de que nunca los han golpeado. Sin embargo, hay que tener muy claro que las palabras negativas pueden llegar a ser tan o más dolorosas que un palmazo o una cachetada.

Conductas como la adicción a las drogas y al alcohol, y hasta la delincuencia, pueden tener directa relación con episodios de violencia psicológica en la infancia.

Hay niños que aguantan más y que a pesar de haber sufrido maltrato psicológico pueden salir adelante y logran desarrollarse plena y normalmente en la pre adolescencia y adolescencia.

Sin embargo, hay otros a los que definitivamente les afecta más la opinión que los demás tengan de ellos, y no logran superar nunca el daño provocado por los insultos o por sentirse ignorados por sus padres en la infancia.

Las consecuencias más importantes que la violencia psicológica provoca en los niños son una baja autoestima -que impacta casi siempre en forma negativa el rendimiento escolar- problemas en la construcción de la identidad, dificultad en el autocontrol y en la capacidad de manejar la agresividad, y la formación de una auto-imagen pobre y negativa.

Es lógico que si todos los días le dicen, ‘tonto’, ‘flojo’, ‘irresponsable’ o ‘desobediente’, el niño crea que es así, y la imagen que tiene de si mismo termina siendo muy mala. Asimismo, se llena de pensamientos negativos y desconfianza hacia los demás, y por eso después le cuesta mucho construir relaciones afectivas positivas. Espiritualmente alimentan poco a poco el sin sentido y el desamor, y van albergando resentimiento y sentimientos de pena hacia los demás”.

Por eso es tan importante que a pesar del apuro y el cansancio con que muchos padres tienen que lidiar todos los días, nunca pierdan de vista que las relaciones afectivas con los hijos son determinantes en su desarrollo actual y futuro, y que una palabra los puede levantar, pero también hacerlos caer.

Tampoco se trata que los papás nunca puedan retar a sus hijos o incluso enojarse con ellos, pero siempre cuidando el cómo se hace. Hay palabras que pueden causar heridas significativas y hay adultos que nunca se han olvidado de lo que un día les dijo su papá o su mamá. Ante todo hay que evitar las descalificaciones y sentarse a conversar con respeto con los hijos de cualquier edad”.

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